Impuestos

Pagar impuestos no me agrada.
Como diría mí difunto Avi.
– Es el robo mejor orquestado.
No me importaría pagar impuestos, si se repercutieran en una sociedad en la que me agrada vivir. No es el caso.
No en una, que desprecia su entorno inmediato y a sus conciudadanos. Que prioriza su teléfono, a las personas que tiene a su alrededor.
Que nadie se confunda. Adoro al individuo, hay personas maravillosas y extraordinarias. Todo un ejemplo a seguir en sociedad. Pero esta como tal, deja mucho que desear.
Descartando esta anomalía cerebral. Está la parte que nos afecta a todos.
Pagas y pagas, para terminar manteniendo a la lista de chorizos más larga de la historia. Tanta gentuza que a saqueado, que se han llevado hasta la voluntad popular, la consciencia de lo que debería ser real y el sentido común. Dejándome la sensación que sólo pagan los de siempre, para los de siempre.
Seguir llenando las arcas con los pequeños, mientras los grandes defraudan o roban literalmente. Llenando bolsillos por el camino del bien común, se reduce su repercusión, a miserias para el pueblo.
El amiguismo en cargos públicos, otorgando sueldos de la manera que se quiera pintar, dibujar o diseñar, es más de lo mismo. Viviendo en la era de la justificación, todo es normal o es lo que hay. Me molesta por igual.
Te sangran, reduciendo tus posibilidades y no sabes en que se invierte el dinero o no lo ves, en lo que crees necesario.
Gastando en todas las mierdas que quieras para sancionar. Pero las aceras y pavimento de media ciudad está repleta agujeros. Reducen espacio rodado a la circulación, para no mejorar nada. Gastos repetidos que ya eran inútiles la primera vez que se cobraron. Inútiles, con suelos públicos y todo el club de chupópteros que arrastran, que mendigan su parte y lugar.
Si tienes el lujo de vivir en una comunidad de doble gobierno, se duplica la manutención de inútiles, mangantes y malversadores de lo público.
Sufrir la desgracia del fallecimiento de un ser cercano y la fortuna de heredar. La última parte, no es tan bonita, como se pueda pensar.
No entiendo muy bien, como se tiene que pagar tantísimo por seguir teniendo lo que ya tenías, antes de que se muriera nadie.
El bien común exige que paguemos, aunque sea un sentido que languidece y este en claro declive. Enmudecido y ausente, hasta olvidar su cantar.
No comprendo como debes endeudarte para poder tener una oportunidad de prosperar, con lo que has disfrutado siempre. Igual que prestar mí dinero a quien me de la gana. Alguien siempre tiene que pagar sobre pagado.
La gracia viene con las valoraciones por las que se calculan los impuestos a pagar. Claro que hay que tener en cuenta. Que vivo en un país, que ha creado y mantiene un banco, llamado popularmente malo o futuro-tóxico. Con todos los inmuebles que consideran no vendibles. Hoy ya nadie lo nombra, ni parece que quieran recordarlo. Aparte de generar un mercado inmobiliario ficticio. Que en algún momento, se volverá real.
La mayoría de estas fincas, no pagan Ibi, ni comunidades. Otros que hacen lo mismo, con los pisos que conservan, son los bancos “normales y saneados”. Los mismos que deben a las arcas de lo público tantos billones crecientes, que poner una cifra, sería mentir. Pero el resto, que no intente escapar. Los cazararán de malas maneras, pagando un poco más, para ese fondo de manutención. Llevan años riéndose en nuestras caras, pero ahora hasta nos comentan la jugada.
Los que llevo tachando de incompetentes e inútiles, mueven el cotarro sin despeinarse. El único incompetente e inútil es un servidor. Es la única conclusión valida.
Lo peor, es que no hay nada que hacer con esta sociedad consentidora y adormecida en su propio obligo móvil.

L’Avi también decía que para exigir, se ha de demostrar. Nuestros políticos y bancos no dejan de exigir y de demostrar, que lo que va contigo, no va con ellos. También me había comentado que los sueldos iban acorde con la responsabilidad del cargo. Pero en este país el único que siempre es el responsable de las decisiones y cagadas ajenas es el pueblo.

Quien calla otorga y quien no hace nada, consiente.
¿Ganarán las palabras o su violencia aceptada?

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